El trigo fue uno de los primero productos cultivados a partir de la revolución neolítica, convirtiéndose muy pronto en uno de los alimentos básicos en la cultura culinaria del hombre. El control de su producción y comercio ha dado desde muy antiguo un gran poder económico y social, por lo que siempre estuvo controlado o en manos del Clero, de la Nobleza o del Estado, que regularizaba su producción y distribución, y por consiguiente su precio.
En la Península Ibérica y en nuestra comarca aparecen restos Neolíticos de molinos de, mano de piedra caliza o arenisca para la molienda o molturación del grano, siendo cultivado en secano y especialmente en zonas con aguas fluviales o manantiales que permitían su regadío. En este período se aplica a la molturación el giro mediante el molino de tipo arcaico, a base de un cilindro o piedra plana que gira o se arrastra sobre un plano mayor y también el molino de mano. Bajo la dominación romana, la extensión imparable del trigo se vio detenida por la introducción de la vid y el olivo, productos fundamentales de la cultura y la economía mediterránea occidental, siendo su molienda realizada en molinos de tipo Vitrubiano, de rueda vertical movidos por agua (aceñas), por la fuerza animal o por el viento. En la Edad Media aparecen muchos molinos hidráulicos con rueda y mazas ante la necesidad histórica y cultural de machacar minerales (martinetes), fabricar papel y paños, triturar carbón, yeso, pimientos tostados para pimentón y grano para harinas y piensos, además de purificar arroz, siendo a mediados del siglo XII cuando los Cartularios los usan como batanes (molendinum draparium).
Bajo el dominio visigodo y en el al-Andalus fue autosuficiente la producción de grano para su abastecimiento. Los señores feudales pusieron franquicias a su producción y su importación. El transporte fluvial era básico por lo que en el siglo XIII ante la gran proliferación debida a la cultura árabe, se reguló la construcción de puentes, norias y molinos por la dificultad que suponía a la navegación fluvial, siendo los centros establecidos en la desembocaduras de los ríos los que ejercieron un monopolio sobre su comercio, lo que dificultó el desarrollo e implantación de molinos. La especulación fue causante de revueltas en las ciudades y de luchas sociales por su control.
En general, a partir del siglo XVI, los estados meridionales europeos pasaron a ser deficitarios en trigo y a depender de las importaciones de las zonas del Norte de Europa, así proliferan los molinos hidráulicos, aparecen en las zonas de interior los de viento o movidos por tracción animal.
En España, los Reyes Católicos desarrollaron una política agrícola, que apoyaba a la ganadería a expensas de la agricultura, ya que fijó una tasa del trigo a partir de 1535, obstaculizando el desarrollo de su cultivo, que benefició a la vid y el olivo, lo que provocó ante el déficit en la producción y la demanda de su consumo la importación del grano durante los siglos XVII y XVIII, hasta que se impusieron nuevos cultivos, en parte substitutivos del trigo (maíz, patata, arroz). Los molinos proliferaron en todas las ciudades, aldeas y caseríos ante la demanda de molienda. El trigo era importado a mejor precio que el que ofrecían desde Castilla por la dificultad de su transporte, por lo que la Corona intenta a partir de 1750 centralizar los pósitos, establece la libertad de comercio en 1756 y elimina la tasa del trigo en 1765, para así mejorar su estabilidad, no siendo hasta el siglo XIX con el aumento del rendimiento en las cosechas cuando se estabilizan sus precios, yendo pareja la proliferación de molinos y su alto valor económico, y es a partir de 1850, cuando el cultivo del trigo se retira hacia Castilla, frente al desarrollo de la vid y la diversificación de la agricultura, favorecido, además, por el aumento de las roturaciones provocadas por las leyes desamortizadoras. Durante el siglo XX, la estructura triguera española continuó siendo deficitaria en las zonas costeras y con excedentes en el interior. La superficie cultivada aumentó hasta 1936; protegida por la legislación. De 1939 a 1951 disminuyó o se mantuvo su cultivo y producción, período caracterizado por el racionamiento de pan, que al aumentar el consumo invisible o estraperlo, provocó la clausura temporal de los molinos maquileros con la retirada de las muelas en 1941, apoyando el desarrollo de las fábricas de harina y el almacenamiento en graneros y silos, controlado por el Servicio Nacional del Trigo, obligando a cerrar molinos sobre todo en las ciudades y aunque se levantó la prohibición en 1952 ante la presión del Grupo Nacional de Molinos Maquileros y de Piensos, en donde estaba integrada la Unión de Molineros Maquileros de la Región Valenciana, no recuperaron su actividad, siendo utilizados para la molienda de otros granos con el fin de obtener piensos, que los mantuvo unos años más, o siendo autorizados a moler como molinos en régimen de fábrica, hasta que el cambio económico y social y el abandono progresivo de la agricultura de abastecimiento y subsistencia ha producido la casi desaparición de la molienda artesana y del oficio de molinero o molinera.
Los molinos de nuestra comarca y limítrofes fueron molinos hidráulicos de rodezno, acogidos al régimen de cobrar una parte de la molienda como honorario de su trabajo, que solía ser el 10% de la harina molturada o un celemín por fanega, llamándole a este pago «maquila», de ahí la denominación de molinos maquileros. Se situaron en los ríos, ramblas y manantiales aprovechando su caudal para realizar el proceso de molturación que siendo sencillo y eficaz, comienza con el transporte del agua por la acequia o caz, directamente o acumulada desde una balsa o estanque, y entra en el molino cayendo al cubo o depósito mayor para que el flujo de agua sea constante, pasa por los saetines a la botana o compuerta reguladora del caudal, para que la molienda vaya a la velocidad deseada. Los álabes o cucharas reciben la fuerza del agua y el rodezno da vueltas transmitiendo al árbol la fuerza necesaria para mover y hacer dar vueltas a las piedras o muelas y al resto de poleas y hacer funcionar todos los mecanismos de transporte, limpieza, molturación, cernido y ensacado de harinas.
Podemos catalogar los molinos según su situación, empezando por los del río Turia y sus ramblas, río de Arcos de las Salinas, barranco los regajos, acequias y fuentes del pueblo. Río Turia, molino el marques, Río de Arcos de las Salinas, Molino la Herradura, Molino la Central, Molino Tío Juan Miguel, Molino Orchova, Barranco los Regajos, Molino la Jarra construido 1773-1774 segun los archivos, acequias y fuentes, Molino Primero o de la tia curra, y el ultimo molinero el Tío Blas.
Como se puede ver, nuestra actividad molinera era la base de la economía cerealista que mantenía el abastecimiento de nuestras familias tanto de pan como de piensos con los que alimentar a sus animales y comerciar con sus productos. Posteriormente esta economía se transformó en otro monocultivo, la viña hoy casi desaparecida, apoyado con el almendro, base actual de nuestra economía.
Debemos por tanto conservar nuestras raíces y tradiciones por lo que se debería potenciar la restauración y habilitación de los molinos para que sirvan como elemento dinamizador del Turismo de Interior y que sea una más para completar la oferta existente y sirva también como elemento tecnológico y cultural admirado por todos los que nos visiten.